Las batatas, originarias de América, se conocen en Canarias al menos desde 1544. A lo largo de los siglos, han arraigado en la cultura y la gastronomía de las islas, adaptándose al clima y los suelos volcánicos para producir variedades únicas y apreciadas por su sabor y versatilidad.
Entre las variedades más destacadas se encuentra la «Batata de Lanzarote» o «Colorada», reconocible por su piel rojiza y oscura, y su carne de color rosa pálido a blanquecino. Esta batata, de forma alargada e irregular, se caracteriza por sus sabores dulces y se produce principalmente en verano. Es una opción deliciosa para acompañar numerosos platos tradicionales.
Otra variedad importante es la «Batata blanca» o «Conejera», con piel parda y carne blanquecina. Su forma es larga y elíptica, y tiene un sabor menos dulce que las otras variedades, lo que la hace ideal para quienes prefieren un perfil de sabor más suave. A diferencia de otras batatas, la «Conejera» tiene una producción repartida a lo largo de todo el año, lo que la convierte en una opción disponible en cualquier temporada.
Por último, la «Batata yema de huevo», también conocida como «Patagallina» o «Empinada Roja», se distingue por su piel de color anaranjado claro y su carne amarilla. De forma oblonga y sabor muy dulce, esta variedad se produce principalmente en invierno, aunque en cantidades más limitadas que las otras. Es especialmente apreciada en la repostería canaria, siendo un ingrediente esencial en la elaboración de las tradicionales «truchas», unas empanadillas dulces que son un verdadero deleite.
Cada una de estas variedades de batata aporta una identidad propia a la cocina canaria, no solo por sus sabores y texturas, sino también por su conexión con la tierra y las tradiciones de las islas. Ya sea como acompañamiento, en guisos o en postres, las batatas de Canarias son un testimonio de la riqueza agrícola y culinaria del archipiélago.