Imagina degustar una papa con el mismo sabor que tenían hace 500 años. En Canarias, esto es una realidad gracias a la conservación y cultivo de variedades antiguas que se remontan directamente a las que fueron traídas desde Sudamérica tras la conquista.
En Canarias, se sigue cultivando estas variedades ancestrales, protegidas bajo la Denominación de Origen Protegida (D.O.P.) «Papas Antiguas de Canarias». Dependiendo de la época del año, es común encontrar en los mercados papas como Azucenas, Bonitas, Negras, Pelucas, entre otras. Estas papas se caracterizan por su sabor intenso y su textura única, que las hace ideales para ser preparadas «arrugadas», un método tradicional que resalta sus cualidades organolépticas.
Las papas antiguas forman parte integral de la dieta diaria de los canarios, y su consumo es casi ritual. Las más apreciadas son aquellas cultivadas en las medianías de las islas, donde el clima y el suelo volcánico les confieren características especiales. Aunque muchas de estas papas se cultivan en pequeños huertos familiares, destinadas al consumo doméstico, hoy en día también se pueden encontrar en numerosos restaurantes que buscan ofrecer a sus comensales una auténtica experiencia canaria.
Históricamente, estas papas fueron tan valiosas que llegaron a utilizarse como moneda de cambio en el trueque por otros productos, siendo consideradas casi como oro. Su importancia no solo radicaba en su valor alimenticio, sino también en su capacidad de adaptarse a las duras condiciones del terreno canario, lo que las convirtió en un pilar de la economía local.
Desde Canarias, estas papas se distribuyeron rápidamente a toda Europa, convirtiéndose en un alimento básico en muchos países. La capacidad de las papas canarias para mantener su autenticidad a lo largo de los siglos es un testimonio de la dedicación de los agricultores locales que han preservado estas variedades con esmero y respeto por la tradición.
Hoy en día, el legado de las papas antiguas sigue vivo, no solo como un alimento esencial, sino como un símbolo de la identidad canaria. Probar estas papas es, en cierto modo, viajar en el tiempo y experimentar un sabor que ha perdurado a lo largo de los siglos, manteniendo su pureza y calidad original.
