Gracias a la Corriente Fría rica en nutrientes que atraviesa Canarias, junto con la privilegiada situación geográfica y el origen volcánico de las islas, el pescado canario es excepcional y prácticamente libre de tóxicos y metales pesados. Estas condiciones naturales han permitido que las aguas canarias sean el hogar de una gran diversidad de especies autóctonas, apreciadas por su frescura y sabor.
Entre las variedades de pescados autóctonos se destacan la vieja, con su suave carne blanca; el cherne, conocido por su carne más prieta y sus variados matices de sabor; la morena frita, crujiente y sabrosa; así como el sargo, salmonete, corvina, salema, sama, atún (medregal) y chicharro. Cada uno de estos pescados ofrece una experiencia gastronómica única, reflejando la riqueza marina de Canarias.
Disfrutar de una cerveza local al borde del mar, acompañada de un plato de camarones, lapas, burgados o pulpo guisado, es una experiencia que no se olvida. Estos mariscos y pescados, preparados de manera sencilla pero exquisita, son un testimonio de la frescura y calidad que caracteriza a la gastronomía canaria.
Los pescadores canarios continúan faenando de manera artesanal, utilizando redes y anzuelos, y seleccionando cuidadosamente cada pieza que capturan, devolviendo al mar lo que no les sirve. Este método de pesca, profundamente respetuoso con el entorno, asegura un impacto medioambiental mínimo y la sostenibilidad de los ecosistemas marinos.
El secreto de la gastronomía canaria radica en la calidad de sus productos, elaborados de forma sencilla para resaltar su sabor natural. El pescado fresco, ya sea guisado, a la plancha, frito o a la sal, es una de las joyas de la cocina isleña. Además, las islas cuentan con recetas tradicionales que se han transmitido de generación en generación. Antiguamente, para conservar el pescado fuera de temporada, se salaba o se secaba al aire para elaborar jareas, una técnica que ha llegado hasta nuestros días y sigue presente en muchas casas y restaurantes.
En la cocina canaria, el pescado no es solo un alimento, sino una parte integral de la cultura y la vida diaria. Cada plato refleja la conexión íntima de los isleños con el mar, una relación que se ha mantenido viva a lo largo de los siglos.
